martes, 27 de octubre de 2020

Carta abierta a Francisco Salado

Señor Salado,

Durante los últimos días he asistido en La Cala del Moral, una pedanía que usted gobierna, a la triste secuencia de una tala injustificada de árboles especialmente queridos por los ciudadanos que administra. Se trata de árboles muy frecuentes en esta geografía, plantados como resultado de políticas urbanas poco calculadas por políticos también poco cuidadosos, pero que, casualidades de la vida, no solo no han terminado por generar problemas, sino que han provisto beneficios no calculados en origen.

Entre ellos, una tupida sombra que resultaba un bálsamo en la fatiga de este cambio climático que azota nuestras latitudes con más rigor de lo soportable; el vestido que disimulaba la raquítica belleza de un urbanismo indecente hecho a la dimensión del interés particular como único criterio y que, sin los árboles, exhibe la pudorosa desnudez de comisiones ya cobradas y amortizadas; el vínculo histórico con parte de nuestros orígenes, que se hunden en la noche de los tiempos en un hilo de seda del que usted no ha oído ni hablar; en fin, un diluvio de razones que se entrelazan entre lo histórico y lo medioambiental, entre lo estético y lo sentimental.

Es este el elemento quizás menos calculado por usted, el sentimental. A estas alturas dudo que tenga inteligencia para valorar en términos políticos los otros elementos. Es impensable, en democracia, que un gobernante se enfrente radicalmente y con vehemencia contra los fundamentos sentimentales del pueblo que gobierna. La Cala del Moral no dispone de un exuberante patrimonio, ni histórico-artístico, ni medioambiental, ni industrial, ni cultural. Quizás, además de la playa litoral, los árboles foráneos fueran el poco patrimonio que nuestros irresponsables gobernantes nos han asignado, más por casualidad que por proyecto. El resultado era una sombra generosa que permitía el discurrir de una vida cotidiana más amable donde se tejía la actividad local, el intercambio entre los vecinos, el pequeño foro mediterráneo del encuentro al amparo de la única sombra municipal y espesa. Los árboles eran en sí el pueblo. Nunca nadie pensó en su falta.

Puede uno concebir que un gobernante sea un ignorante, que carezca de la sensibilidad suficiente como para no comprender nunca las aspiraciones del pueblo que rige, que no valore el patrimonio que administra, que tome decisiones, en fin, equivocadas. Lo que resulta incomprensible es un gobernante que se enfrente gratuitamente, además de a todo ello, a los sentimientos de su propio pueblo, que eche un pulso contra él, emulando los peores recuerdos clásicos que nos provee la historia, y opte por el atropello, por la gamberrada, por la destrucción sin mayor beneficio que la propia sensación de mando, como un adolescente empoderado, contraviniendo, además, los consejos aportados por responsables académicos y científicos. Esos mismos días podía leerse en la prensa nacional una recomendación de dos profesores de botánica de nuestra universidad más próxima, la de Málaga, que desdecían los beneficios de su proyecto y recomendaban vivamente los corredores verdes urbanos concebidos desde la biodiversidad y frente al monocultivo, sin criterios ecológicos y de dudosos resultados.

Señor Salado, en la actual coyuntura, tanto nacional como municipal, no era necesario dilapidar 340.000 euros en la sustitución de un arbolado viario, que constituía la única municipalidad conocida por La Cala del Moral, por unas palmeras que nuevamente reproducen el capricho de gobernantes ineptos, despilfarradores e insensibles no solo a las necesidades sino a la voluntad popular y al sentido común. Con lo que está cayendo socialmente en 2020 y con la evidencia de un cambio climático tan indiscutible como devastador, usted decide erigirse en el Nerón de Alborán, autotransferirse dinero desde la Diputación al Ayuntamiento, financiar un incendio que nos despatrimonializa, azotar la reacción popular con la represión policial y ningunear la protesta y las alternativas.

Frente a usted se han levantado los niños y los maestros que tejen el futuro, los ancianos que han conocido el beneficio de la sombra y la habitabilidad, los jóvenes con la fuerza de la emoción, los partidos políticos con la necesidad de la herramienta, las madres y los padres con la esperanza de sus hijos. Frente a usted se ha orquestado la música, se ha organizado la población civil, la que piensa, la que siente y se emociona, la que sufre y la que pelea a diario. Frente a usted, se ha organizado la mayor movilización que se recuerda en este municipio. Frente a usted se recogen muchas más firmas que votos haya usted imaginado, frente a usted se empieza a tejer un futuro donde tendrán cabida los árboles, los pájaros y el oxígeno. También nosotros. Un futuro donde usted empieza, sin embargo, a desdibujarse y donde, como en la antigua Roma, los malos gobernantes, los que gobiernan contra su pueblo, como usted, son (damnatio memoriae) condenados al olvido. 

A. González

Publicado en OPINIÓN. ARRINCONADOS

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